La imperativa necesidad de actualización de los instructores en seguridad privada: Más allá de la norma, la clave de la profesionalización del sector

BIBLIOTECA VIRTUAL Ceforvig Noticias

El sector de la vigilancia y seguridad privada en Colombia se encuentra en un punto de inflexión histórico. La promulgación del Decreto 1565 de 2022 ha impulsado una transformación profunda, que va más allá de los simples requisitos administrativos. Este nuevo marco normativo exige a las escuelas de capacitación abandonar el modelo tradicional, centrado en la transmisión de contenidos teóricos, para adoptar un enfoque basado en competencias. Para los instructores y directores de las academias, esta transición no es solo una actualización curricular; representa una reinvención fundamental de su rol y una oportunidad estratégica para elevar el estándar de profesionalismo en toda la industria.

1. El nuevo paradigma: Del cumplimiento al desempeño

Durante casi tres décadas, el sector de la seguridad privada se rigió por el Decreto Ley 356 de 1994, que se enfocaba principalmente en los requisitos estructurales y procedimentales. La formación se centraba en los «insumos» del proceso educativo: si una escuela cumplía con los requisitos de capital, infraestructura, licencias y reportes, se asumía que la formación era adecuada. Esto generó una brecha entre estar certificado y ser realmente competente. Un estudiante podía aprobar un curso memorizando conceptos teóricos sin haber demostrado la capacidad de aplicarlos en una situación real.

El Decreto 1565 de 2022 busca cerrar esta brecha al desplazar el foco regulatorio hacia los resultados y el desempeño demostrado. Este decreto, expedido por el Ministerio de Defensa, reglamenta la capacitación y el entrenamiento en vigilancia y seguridad privada. El nuevo enfoque, basado en competencias, exige que la formación integre el «saber» (conocimientos), el «saber hacer» (habilidades), el «saber ser» (actitudes y valores) y el «saber estar» (capacidad de relacionamiento).

2. El rol del instructor: De transmisor a facilitador estratégico

La implementación exitosa del Decreto 1565 depende, de manera abrumadora, de la capacidad y la voluntad del instructor que está frente a los estudiantes. La reforma exige una evolución radical de esta figura, transformándola de un mero expositor de contenidos a un arquitecto y facilitador de experiencias de aprendizaje. Si las academias no invierten en la recalificación de sus instructores, la reforma corre el riesgo de ser un simple cambio cosmético.

En el modelo tradicional, el instructor era el «sabio en el escenario». En el nuevo modelo, se convierte en un «guía al lado del camino», con responsabilidades mucho más complejas:

  • Diseñador de experiencias: Ya no solo preparan una presentación, sino que diseñan actividades, simulaciones y proyectos que pongan a los estudiantes en situaciones reales para desarrollar las competencias requeridas.
  • Facilitador del aprendizaje: Su rol es guiar la reflexión y asegurar que los estudiantes construyan su propio entendimiento a través de la acción y la colaboración.
  • Evaluador y coach: Deben observar el desempeño, utilizar instrumentos como rúbricas para identificar fortalezas y debilidades, y proporcionar retroalimentación constructiva y oportuna.
  • Modelo a seguir: Dado el énfasis en las competencias «Saber Ser» y «Saber Estar», el instructor debe encarnar los valores y actitudes que se esperan de un profesional de la seguridad.

3. La necesidad imperativa de la formación de formadores

La conclusión más crítica es que la capacidad del sector para materializar la visión del decreto depende directamente de la inversión en la actualización y recalificación del cuerpo docente. Sin un programa deliberado de «formación para formadores», el nuevo modelo no pasará de ser una aspiración documentada. El mayor punto de falla de la reforma es el instructor en el aula. Si, por falta de capacitación, el instructor se limita a leer diapositivas y aplicar un examen de selección múltiple, la intención del decreto no se cumple y la formación de los estudiantes se ve comprometida.

Por lo tanto, la inversión en la capacitación de instructores es la inversión estratégica más crítica que una academia puede hacer para asegurar su supervivencia y prosperidad en el nuevo entorno regulatorio. La adaptación al Decreto 1565 comienza y termina con la competencia del instructor.

4. Hoja de ruta para la acción

Para superar estos desafíos, las academias deben adoptar una estrategia deliberada de gestión del cambio.

  • Priorizar la inversión en el capital humano docente: Destinar recursos significativos a programas de «formación de formadores» que se centren en el diseño curricular, metodologías activas y evaluación de desempeño.
  • Abrazar la innovación pedagógica: Fomentar una cultura de mejora continua, adoptando estrategias como el aprendizaje basado en retos, el estudio de casos y las simulaciones.
  • Evaluar con evidencias: Dejar de depender de los exámenes escritos y utilizar instrumentos como rúbricas, listas de cotejo y portafolios de evidencia para medir el desempeño de manera auténtica y fiable.
  • Establecer alianzas estratégicas: Colaborar con empresas de seguridad para entender sus necesidades y obtener retroalimentación sobre el desempeño de los egresados.
  • Utilizar la tecnología como catalizador: Implementar sistemas de gestión del aprendizaje (LMS) para el seguimiento del progreso y explorar herramientas como la realidad virtual (VR) y aumentada (AR) para crear escenarios de práctica inmersivos.

La profesionalización impulsada por el Decreto 1565 de 2022 es una respuesta estratégica a un mercado en crecimiento y a una sociedad que demanda servicios de seguridad más eficaces y confiables. Elevar los estándares de formación no solo mejora la calidad de los vigilantes actuales, sino que construye una fuerza laboral preparada para los desafíos del mañana. La tarea es monumental, pero la recompensa, un sector más profesional, eficaz y confiable, justifica plenamente el esfuerzo.